Por qué nos gusta ver el agua caer

Por Carolina Huérfano

Muchas veces, cuando los apasionados por la naturaleza viajamos, buscamos destinos paradisíacos, paisajes cautivadores, pero por, sobre todo, un lugar lejos del ruido de las grandes ciudades del mundo. Sin embargo, si pensamos en esos espectáculos naturales, ¿no se les viene a la cabeza un río o cascadas? Muchos sitios que ofrecen ecoturismo tienen como atracciones principales visitar estos cuerpos de agua de espectáculo, que sin duda te dejan sin palabras.

Desde las cataratas Victoria en Zimbabwe y Zambia, hasta las cataratas de Iguazú en Argentina y Brasil y sin olvidar los imponentes ríos y cascadas que tiene Colombia, como el salto del Tequendama o Caño Cristales, estos cuerpos de agua son musas del arte y una desconexión de la “realidad”. Pero, ¿por qué a los humanos nos gusta y nos sentimos atraídos por estos paisajes? ¿acaso tenemos algo biológico que nos vuelve locos por ver cuerpos de agua inmensos y en caída?

Desde mucho antes del surgimiento de las civilizaciones, tanto seres humanos como otros animales, están en la constante búsqueda de cuerpos de agua dulce de donde pueden no solo hidratarse sino también adquirir nutrientes y minerales. Con el tiempo, los seres humanos, comenzaron a asentarse y desarrollarse cerca de ríos y lagos, en busca de una fuente de agua constante que permite la irrigación de cultivos y el acceso a comida y transporte [1] [9] [13].

Los humanos nos seguimos desarrollando y evolucionando, pero el agua siempre ha sido parte vital de nuestra existencia. Desde la literatura, la pintura, hasta la geografía y biología [5][6][7], nos interesamos cada vez más por los cuerpos de agua por su belleza, su espectáculo y el poder que tienen como actores de un paisaje, potenciadores de la evolución de organismos y sujetos de conservación.

La investigación que se ha hecho sobre nuestra atracción a estos cuerpos de la naturaleza ha dado mucho de qué hablar. Los seres humanos hemos pasado mucho tiempo de nuestra existencia alrededor de la naturaleza y nos sentimos cómodos y seguros en estos espacios [8]. De este gusto, surgió el estudio del concepto de la biofilia, que es el gusto por los procesos o imágenes naturales [15]. No importa si eres un campesino o un citadino, la idea de un paisaje natural, genera calma y equilibrio.

Si nos concentramos en las cascadas y ríos, existe un factor adicional que es escuchar el movimiento del agua.  En los últimos años se ha vuelto de moda escuchar playlist de relajación que contienen “ruido blanco” o “ruido rosado” y se habla mucho de las “ondas beta”, “ondas alfa”, etc. ¿Qué es todo eso?

En primer lugar, el “ruido blanco” y el “ruido rosado” se refieren a un comportamiento que tiene un sonido. Recordemos que el sonido es una onda y esta onda se compone del volumen (la extensión de la onda) y la frecuencia (las veces que se repite esa onda en un tiempo específico). Para el caso del ruido blanco, este hace referencia a sonidos que tienen el mismo volumen, pero alcanzan frecuencias muy bajas y muy altas, lo que nos hace sentir que es un sonido constante [11]. Esto se escucha en la estática de un televisor o en este caso, el sonido de cascadas y ríos. En segundo lugar, el “ruido rosado”, son sonidos que son agudos pero bajos en volumen y graves, pero con mayor volumen [8] [12]. Unos ejemplos claros son el sonido de las olas, el sonido del viento moviendo las hojas e incluso el sonido de maquinaria industrial [8]. Dicen por ahí que ambos ruidos generan calma y confort. ¿Pero, qué pasa realmente?

Es aquí donde entran en escena las ondas cerebrales. Nuestras neuronas en el cerebro generan pequeñas descargas eléctricas que es lo que nos permite pensar, actuar y básicamente, existir. Dependiendo de la actividad que estemos realizando, nuestro cerebro genera descargas de diferente “intensidad”. Existen varios tipos de ondas, pero, para este caso, las ondas alpha son descargas eléctricas que se generan cuando estamos en un estado de relajación y silencio, mientras que las ondas beta son ondas que se generan cuando estamos en un estado de mucha atención y concentración [10].

Ahora bien, ¿qué es lo que pasa?

Imaginemos que estamos caminando por un sendero natural. Nuestro cuerpo, por estar en la naturaleza, instintivamente se siente en calma. Luego, llegas a la culminación de tu caminata- una caída de agua de unos 6 metros. El paisaje es pintoresco, casi salido de una pintura de Bob Ross. Las personas se toman fotos, se acercan al agua y se sientan a contemplar y escuchar. En tan solo unos minutos de estar escuchando, tu cuerpo queda inmerso en las frecuencias de sonido que crea la cascada, hasta tal punto que puede reducir el ruido de otras cosas a tu alrededor [2]. El simple hecho de encontrarte en este escenario, cambia las reacciones internas de tu cuerpo (fisiología); tu presión sanguínea disminuye, tu emocionalidad cambia, la liberación de tu hormona del estrés (Cortisol) se reduce y puedes desarrollar mayor concentración [3][4][14]. En pocas palabras, te sientes renovado y recuperado- ese es el poder que tiene el agua en nuestro cuerpo.

Pero ese poder que tienen estos cuerpos de agua, va mucho más allá que nuestra satisfacción biológica. Este gusto ha creado todo un movimiento de ecoturismo y conservación [1][6]. Como habíamos hablado antes, es muy común que los parques naturales, reservas, o sitios turísticos tengan como atracción principal un cuerpo de agua. El ser humano ha creado una relación de admiración y una sensación de humildad de nuestra propia existencia, al sentirnos insignificantes y reconocemos el poder que tiene la naturaleza sobre nosotros.

Lastimosamente, estos cuerpos de agua no son ajenos a la intervención humana y su posible contaminación o desaparición. La creación de embalses o hidroeléctricas, el ecoturismo desmedido y excesivo, la contaminación y la deposición de desechos hacia los ríos no solo está poniendo en riesgo estos espectáculos naturales, sino también nuestra propia existencia. La importancia que tienen los ríos no solo involucra nuestro acceso a agua potable, irrigación y transporte, sino también a la supervivencia de organismos de todos los tamaños y formas.

La relación que tenemos con las cascadas y ríos es milenaria y de gran importancia. No solo vemos cómo afecta nuestro cuerpo, sino también cómo ha sido la inspiración para el arte y la ciencia. Ahora es tarea de nosotros recordar esa relación de contemplación y respeto hacia los cuerpos de agua y no como un recurso de utilidad y una posesión que no cuidamos suficiente.

Referencias

[1] Berezin, A. A. (2012). Aquatic realms and running water in sustainable tourism. WIT Press: Southampton, UK, 447-458.

[2] Coensel, B. D., Vanwetswinkel, S., & Botteldooren, D. (2011). Effects of natural sounds on the perception of road traffic noise. The journal of the acoustical society of America129(4), EL148-EL153.

[3] Gidlow, C. J., Jones, M. V., Hurst, G., Masterson, D., Clark-Carter, D., Tarvainen, M. P., … & Nieuwenhuijsen, M. (2016). Where to put your best foot forward: Psycho-physiological responses to walking in natural and urban environments. Journal of environmental psychology45, 22-29.

[4] Hartig, T., Evans, G. W., Jamner, L. D., Davis, D. S., & Gärling, T. (2003). Tracking restoration in natural and urban field settings. Journal of environmental psychology23(2), 109-123.

[5] Hudson, B. J. (1998). WATERFALLS: RESOURCES FOR RECREATION AND TOURISM.

[6] Hudson, B. J. (2000). The experience of waterfalls. Australian Geographical Studies, 38(1), 71-84.

[7] Hudson, B. J. (2013). Waterfalls, science and aesthetics. Journal of Cultural Geography, 30(3), 356-379.

[8] Koivisto, M., Jalava, E., Kuusisto, L., Railo, H., & Grassini, S. (2022). Top-down processing and nature connectedness predict psychological and physiological effects of nature. Environment and Behavior, 54(5), 917-945.

[9] Kummu, M., De Moel, H., Ward, P. J., & Varis, O. (2011). How close do we live to water? A global analysis of population distance to freshwater bodies. PloS one, 6(6), e20578.

[10] Personal library. «The four brain waves of man». [http://www.360doc.com/content/15/0714/17/15991787_ 484900161.shtml].

[11] Söderlund, Göran; Sverker Sikström; Andrew Smart (2007). «Listen to the noise: Noise is beneficial for cognitive performance in ADHD». Journal of Child Psychology and Psychiatry. 48 (8): 840–847.

[12] Tian, Z., Kim, B. Y., & Bae, M. J. (2020). Study on acoustic analysis of Cleveland Dam waterfall sound. International Journal of Engineering Research and Technology, 13(6), 1159-1164.

[13] Zhang, M. H., Yan, S., Pan, W. Y., & Jin, L. (2019). Phylogenetic evidence for Sino‐Tibetan origin in northern China in the Late Neolithic. Nature, 569, 112–115. https://doi.org/10.1038/s41586-019- 1153-z

[14] Wang, P., He, Y., Yang, W., Li, N., & Chen, J. (2022). Effects of Soundscapes on Human Physiology and Psychology in Qianjiangyuan National Park System Pilot Area in China. Forests13(9), 1461.

[15] Wilson, E.O. (1984). Biophilia. Harvard University Press

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